martes, 28 de septiembre de 2010

Lunes sin tren directo

El oscuro invierno acecha. Sus vientos sacuden las hojas que de los arboles caen y son arrastradas sin remedio a un frio mar rabioso, descontrolado y furioso.

Son las 6 am, está oscuro, aún no ha salido el sol, y hoy dudo que lo haga. El cielo está muy oscuro. Creo que la tormenta espera impaciente descargar. Y llueve. Llueve sobre mojado. Donde antes ya habían lagrimas. Gotas que se deslizan frías hasta el suelo. Lagrimas que no dicen nada pero a la vez lo dicen todo y que mojan los cristales de este luminoso vagón que guarda tantas historias en su interior.

Al fin, el tren llega a un esperado destino. A un final anticipado. Pero en seguida empiezas a replantearte que lo que dejas ahí atrás, es importante. Lo echarás de menos. Pero el tren ya no puede volver atrás. Ahora sigue adentrándose cada vez más en una fuerte lluvia que te dirige a un final anticipado.

Ahora no te la juegues a una carta, simplemente sigue jugando.

Solo quiero recordar que este tren marchará de nuevo cada mañana de esa estación, donde una vez le esperé, donde una vez, mi viaje empezó.